Durante las dos últimas décadas hemos asistido a un proceso de cuantificación económica de los Ser- vicios Médicos, en general, y de los quirúrgicos entre ellos. El elevado coste de la práctica médica actual ha hecho necesario la introducción en el mundo de la gestión económica de los responsables de los Servicios Quirúrgicos de nuestros Hospitales con el fin de optimizar y mejorar los niveles de asistencia sanitaria y la selección de actuaciones médicas, considerando el coste de los mismos en el proceso de toma de decisiones. El presente artículo es una revisión de ésta nueva forma de práctica médica hospitalaria quirúrgica.
El Hospital es una institución muy antigua. Posiblemente, los griegos y roma- nos ya tenían algo parecido. Los templos podían cumplir ésta misión –i. e. el de Esculapio en Epidauro–. Pero el hospital actual, no es ni puede ser el Hospital de Beneficencia con raíces en la Edad Media y la Religión, ni el Hospi- tal Científico que se inicia a primeros del presente siglo y se consolida en los años 1950 y 1960. El primero sólo respondía ante la Religión o las Instituciones religiosas del tipo confesional que fuere y el segundo, ante la Ciencia. Entre las preocupaciones presupuestarias del Hospital de Beneficencia primaba algo tan básico como la manutención de los “acogidos”. A lo largo de los siglos la socie- dad aportó cantidades ingentes de recursos económicos financiando la tecnolo- gía y la ciencia en que se basa el cambio al Hospital Científico. Pero hoy la socie- dad demanda, cada vez con más fuerza, algo tan simple como que ese hospital demuestre objetivamente que vale la pena gastar esos recursos que actual- mente gasta. El Hospital debe volver a cambiar y el nuevo hospital, que ya se está gestando, será un centro consciente de los recursos que utiliza, que se pre- ocupa de valorar los costes de la medicina que presta con los beneficios que de ella se producen. Se podría denominar a este centro el Hospital Eficiente, que tomará el relevo al Hospital Científico de la misma manera que éste lo hizo con el Hospital Benéfico.
Un directivo que no capte y viva este cambio de actitud que demandan los tiempos, y éste es un punto vital de reflexión, está perdido en el tiempo y en espacio. No sabe dónde pisa ni qué momento histórico le ha tocado vivir. Se estancará e irá rodando de forma anárquica, decadente y caduca por la empre- sa hospitalaria. Para un directivo no es suficiente ofertar una historia profesional brillante, una fidelidad a la empresa…, posiblemente un servilismo poco imagi- nativo, hay que ir más allá y entender que, como decía Heráclito “panta rei”, todo cambia, el mundo está en movimiento perpetuo.
El que lleva dentro a un verdadero directivo, está siempre por encima de todo cambio y se adapta suave y paulatinamente a todo nuevo esquema organizativo, y de la misma manera que como médico no debe observar en un ser humano la etiqueta de la raza, religión o partidismo político sino que debe verlo siempre como un ser vivo que puede precisar de sus conocimientos profesionales en caso de enfermedad, un verdadero director debe estar siempre por encima de un cambio de circuitos administrativos, de una modi- ficación de organigrama o de un cambio de propiedad. La misión exclusiva del directivo es la de dirigir y ejercer sus funciones de dirección por encima de cualquier evento que pueda surgir e incluso perturbar la estabilidad de la empresa hospitalaria.